Monologos de la vagina


Presencia femenina como expresión
de la postmodernidad en el teatro
Por GILDA MATOS

Es en el teatro de la postmodernidad donde las historias individuales, desconocidas para la tradición del teatro aristotélico, salen a la luz pública para contarse, historias escondidas, personales, son narradas en búsqueda de una “presencia” e identidad.
Lo mismo acontece en “Monólogos de la Vagina”, obra teatral de la autoría de Eve Ensler, presentada durante todo el mes de octubre y noviembre del año 2002 en la Sala de la Casa de Teatro. La escritora, poeta y guionista neoyorquina, merecedora de premios y nominaciones tan importantes como Drama Desk, y el galardón Guggenheim de Teatro, construye esta historia original con los testimonios de más de doscientas mujeres del mundo de diferentes estratos sociales, que a través de entrevistas relataron sus experiencias y sensaciones en el campo sexual. Las mujeres representadas por las actrices Elvira Taveras, Ivonne Beras y Yamilé Scheker, salen del anonimato para tener un encuentro ante el público, sus tabúes, sus historias, mutilaciones y sobre todo los prejuicios a causa de la mirada masculina que las reducen; las cualifican en el sentido sexual reproductor.
El texto es tomado del imaginario tejido alrededor de la vagina, convirtiéndola en icono, signo y símbolo del espacio femenino, en un mundo que le niega el derecho de realización en su propia integridad, por lo que los personajes evocan la representación de la mujer en el signo vaginal, se debaten entre el “ser femenino” y el “objeto femenino”. Se trata de llevar un “órgano” a la categoría de lo humano, “¿Si tu vagina se vistiera, qué color sería? En un intento de sensibilizar expresando las emociones, sensaciones de ese órgano vital que conforma nuestro ser como esencia de nuestra naturaleza.
Antes de asistir al espectáculo, se podría dudar acerca de la seriedad y profundidad del tema, hasta se tendría la presunción de lo que se vería podría ser vulgar, pero una vez sentada en la butaca del teatro conocemos historias sobrecogedoras y de gran naturaleza humana: “Mujeres violadas en la guerra de Bosnia y Hersegovina”, “Mujeres mutiladas en sus órganos sexuales”, “Niñas violadas”, “Mujeres sometidas por sus maridos”, “La tormentosa agonía del período menstrual”.Historias que estremecen, escandalizan, nuestros tabúes, a historias calladas.
Los monólogos son testimonios, contados por el trío de actrices, escogidas de manera muy acertada para el espectáculo, por el temperamento, por la presencia y por el talento artístico, pues saben dar énfasis, emotividad, verdad y ritmo a las historias, aunque esta obra esta escrita más que para actrices para grandes personalidades artística, como las interpretaciones que hicieran en Broadway, las estrellas de la talla de Glenn Close, Meryl Streep y Melanie Griffinh, pues lo que en esta representación se pretende no es “actuar” en el sentido tradicional de la palabra, sino de narrar historias por lo que el director del espectáculo, Manuel Chapuseaux, teatrista de gran calidad y experiencia, utiliza el recurso brechtiano del distanciamiento al pautar la interpretación de los monólogos en forma de lectura, provocando en el público un “razonamiento” en torno a los hechos relatados, que podríamos catalogar de narraciones periodísticas.

El trío interpretativo mantiene el ritmo de la obra mostrando las cualidades histriónicas, Ivonne Beras, a pesar de su corta trayectoria en el teatro, sorprende por su soltura y la capacidad comunicativa de los personajes que representa, como niña, como mujer.

Elvira Taveras, veterana actriz, de gran desenvolvimiento escénico, muestra, de manera magistral, la versatilidad de sus personajes, y el gran dominio técnico producto de la experiencia acumulada en las tablas.

Yamilé Scheker, aunque en un principio estuvo un tanto apagada, a la mitad de la obra cobró la fuerza acostumbrada, con un ritmo personal muy especial, la rapidez de sus parlamentos y movimientos le otorgan un toque de gracia a sus personajes.

La postmodernidad de la obra no sólo se reconoce por su temática, sino por su forma. En esta pieza se plantea un “teatro abierto”, donde se abandona el ritual y las barreras entre público y actores, el espectáculo da la oportunidad de compartir y hasta solicitan a una mujer del auditorio como invitada de la noche para interpretar uno de los monólogo, las actrices conversan con el público, unas veces de manera espontánea, otras induciendo al ejercicio catártico, incitando a los presentes a gritar como expresión de protesta colectiva.

En un ambiente escenográfico diseñado por Josefina Mañon, quien define a partir de elementos simples dispuestos en el escenario: “Tres sillas de bar negras, dos mesitas alargadas, dos vasos de agua, libretas y las notas de lectura, enmarcado por un fondo compuesto por una pantalla blanca con luces rojas, simbolizando la cavidad vaginal, las luces cumplen su cometido, iluminan de manera adecuada a los personajes y favoreciendo, una buena ambientación, denotando el efecto de cámara negra que adquiere una justificación signica en los vestidos negros, muebles negros sobre un fondo rojo, logrando una visual significante de pasión y muerte.

Estas historias tan íntimas, provocan varios niveles de lectura del público, una simple, que causa tan solo asombro o risa en el espectador por el desenfado con que se trata el tema, otro en una dimensión más profunda, en el inconsciente, allí donde se alojan una serie de tabúes que forman parte de nuestro universo cultural y mental. El temor al placer sexual exhibido por algunos personajes lleva a confirmar la teoría de Freud, nuestras carencias y complejos, tienen origen en nuestros instintos sexuales, el transito normal de las etapas desarrollo psicosexual, oral, anal y genital, nos conducirá a una vida infeliz o placentera, idea que se traduce en la vida psicológica de los personajes de la obra, que reclaman el derecho a la aceptación de sus genitales y al placer sexual.

“Monólogos de la vagina” es un espectáculo donde lo sensorial, lo auditivo llevan a jugar con los olores, colores y sabores, sentimientos y emociones de ese órgano vital, unas veces posesionado, otras vapuleado, explotado…
Esta obra es expresión de la diferencia del género, estandarte del pensamiento Postmoderno, ideas advertidas en los parlamentos finales del espectáculo: El corazón es capaz de sacrificarse, la vagina también.
El corazón es capaz de perdonar, la vagina también.
-El corazón es capaz de amar, la vagina también.

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