CUENTO Y DRAMATURGIA EN LA NOSTALGIA DE BOSCH POR ROSA


Por Gilda Matos


La Compañía Nacional de Teatro se viste de identidad al llevar a escena la adaptación del cuento “Rosa” de nuestro destacado literato Juan Bosch, en el camino de rescatar la memoria de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Romanticismo, tristeza y una exuberante nostalgia integran la atmosfera del espectáculo teatral que expresa hechos de la vida pasada del campesino dominicano.
La obra es dirigida por Fausto Rojas, un teatrista de la nueva ola de directores, quien se ha caracterizado, en sus últimos trabajos, en hacer adaptaciones novedosas, con la integración de su mirada propia, tal como lo hizo en su versión de “Otelo” del dramaturgo inglés William Shakespeare, rebelando él, un espíritu de innovación y riesgo que llena de expectativas al público dominicano.

En la presente puesta el director toma el riesgo de hacer una adaptación de un cuento al llevarlo a teatro, es decir, mediar entre   la finalidad de ser leído, a la de ser representado, no por un narrador que ve y describe los hechos y sentimientos de la trama, sino, a partir de la interpretación de los personajes por parte de los actores en el escenario, y, sobre todo, la su intervención como director.
En el caso de “Rosa” el director se sitúa en el pasado, al que mira con melancolía, quizás como parte del respeto y admiración que le despierta el autor del cuento y lo adapta con una dramaturgia desde la nostalgia de algo que ya pasó. Su puesta parte de un realismo social con una visión un tanto esteticista en los colores, matices, luces y vestuarios, teñido de Brecht por momentos. El espectador se retrotrae al pasado sin involucrarse emocionalmente en lo que sucede.

Esta distancia temporal-emocional fue salvada en el teatro por Aristóteles en la antigüedad griega, cuando definió la Unidad de acción del drama, buscando la imitación de una acción con características centrales y trascendentes del protagonista cuya labor deba mover al espectador a la compasión o al terror con el fin de provocar una catarsis, una especie de evacuación de los males planteados en hechos dramáticos. Diríamos que la acción dramática sitúa la efectividad de la magia del teatro en ¡un aquí, ahora!, este es el secreto. A lo que el escritor argentino Jorge Luís Borges, refiriéndose al dramaturgo y director inglés: “Shakespeare sentía que el hecho estético es momentáneo y no está en las letras del libro sino en el comercio del libro con el lector o del espectador con la escena. El empresario Willian Shakespeare sabía que el arte dramático, y acaso cualquier arte, es un juego”. Esencia de la que percibimos carece esta puesta .

Todo director teatral arma su propia dramaturgia escénica, trátese de un cuento o un texto dramático, al escenificar la obra, él organiza los elementos de la escena introduciendo los recursos técnicos que apoyarán el lenguaje  teatral, (cantos, efectos, música y títeres) a fin de   conformar el hilo dramático que atrape o conciencie al público con su discurso.
En la presentación de Rosa, Rojas realiza su propuesta, su mirada…

Los personajes entran con naturalidad al escenario desnudo, y el conflicto se plantea casi a la mitad de la sucesión de  escenas, dejando las primeras en el ámbito descriptivo, es decir en lo narrativo.
Sin embargo, la puesta tiene  atributos que se sienten de forma real y creíble.  La entrada de Manuel Raposo, interpretando de forma destacada  al personaje protagonista del cuento, Juan, nos ofrece un aventurero y excesivamente cauteloso campesino enamorado. Tal como lo define Radhamés Polanco, Juan Bosch “… el dramaturgo más consistente y certero del país”,  en el sentido de la claridad y psicología con que describió sus personajes y el retrato de la cultura dominicana, y en relación al personaje de Juan, cuando lo presenta hundido en un mar de dudas; una especie de Hamlet del Caribe insular, que se debate en su interior entre su amor y los prejuicios morales y sociales.   Al final, pudo más el miedo “al qué dirán”, que el idílico amor por Rosa.


Un personaje de peso es Amezquita, el hacendado, interpretado por Miguel Bucarelli con la naturalidad que caracteriza a este veterano actor. Otros que cumplen su cometido son    Magui Liranzo, en el papel de Marta y Ernesto Báez, caracterizando a Inocencio; Cristela Gómez, a la vieja, Alejandro Moss, a Mariposa ,  Orestes Amador Bienvenido y Miranda en las luces.

Un elemento que le da un toque singular, realista y poético a la vez, es la incursión de los títeres en la escena, interpretados por Canek Denis y Alejandro Moss, ¡cuánta creatividad y verismo en su representación! Con esta participación queda demostrado cómo el recurso del títere se integra de manera armónica a los demás personajes de una pieza dramática. Cabe destacar la ingeniosa participación de Wilson Ureña con su original colmado a cuestas, un personaje pintado de realismo mágico.

Un personaje de importancia es Rosa, cuyo nombre da título al cuento y a la pieza adaptada.  Sin embargo, esta muchacha campesina y por ende la interpretación de Pachy Méndez, resulta insípida en las pocas escenas en las que tiene participación “activa”, por lo que quien estaría destinada a ser la protagonista, generadora del entramado dramático, resulta una especie de postalita en esta historia . Consideramos que es una visión de la mujer que dista del papel que les otorgaba Bosch a sus personajes femeninos.


El montaje de esta pieza tiene un gran valor para la escena dominicana, pues con ella podríamos haber alcanzado, no solo una identidad anclada en el pasado, sino  un diálogo profundo y esperanzador de los dominicanos con el mundo, a partir de “Rosa”, uno de los cuentos menos conocido del gran maestro de la narrativa  de Hispanoamérica, nuestro Juan Bosch.
 

 
  

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