Raíces "Aura de Carnaval "

Por Gilda Matos

Entonces es esencial un conocimiento común y compartido, cuya significación resulta, así, social y culturalmente adscrita .La consecuencia inmediata de esa conversación es la necesidad de contextualizarla  adecuadamente las manifestaciones artísticas, que solo de ese modo cobrarían sentido para el observador actual. (Markov, 1912).

Ana María Henríquez lleva  sus raíces   al carnaval, mezcla su espíritu   con    imágenes, colores y  movimientos del  imaginario cultural dominicano. Se viste de identidad, toma la máscara, danza, toca los tambores. ¡Se va de  carnaval!

Su andanza la lleva en la sangre, en su piel morena,  con su pintura  reencuentra su etnia,  la negritud es su perla. Se nota su  presencia, su historia en el colorido de imágenes  del carnaval, a él lleva el drama y se  apropia  del escenario, con una visión antropológica utiliza los elementos y personajes carnavalesco Robalagallina, los Guloya, los Gagá, los fusiona  con trazos casi gestuales, inacabados, rebelando, quizás sin quererlo,  un grito ancestral. 

Su pintura tiene rasgos primitivos, más no ingenuos ni sencillos, no le interesa    la perfección técnica, sí  persigue las huellas de un hecho cultural,  traduce los códigos esenciales de esa manifestaciones  y sus elementos, les imprime su alma femenina,  sin rostros que definir. Sus personajes son colectivos, no tienen caras, solo le importa lo representacional,  toma  el signo y trata  de comunicar a través de él su universo social.   

Su mundo primitivo no es producto de la fantasía simple, ni del ideal, es un mundo donde habitan seres y las deidades, Santa Marta, San Miguel, en su imaginario visual el signo del ojo se infiltra en la estructura del cuadro para identificar una conexión espiritual. La máscara se torna con proximidad  africana.

En el contexto del arte caribeño  se valora la búsqueda de lo  identitario, sorprende  sobre todo, el legado y características antropológicas de nuestra diversidad cultural, esto forma parte de las originalidades potenciales que podemos mostrar ante el  mundo globalizado, contribuyendo, en gran medida,  a la creación de imágenes propias.

En el Caribe, son muchos los  mitos por contar, las visiones paradisíacas que pintar, sociedades de  cara al sol, lluvia, mar y un inagotable  imaginario cultural donde todo es posible, como el carnaval sincrético, los personajes y mundos de Ana Maria Henriquez.

Tal como se afirma en el libro “Las auras frías”,  en 1936 Walter Benjamín diagnostica la desaparición del aura de la obra. El aura vinculada a la noción de autenticidad,  Sin embargo, aún  está presente en una isla  del   Caribe, República Dominicana, en el espíritu de Ana María Henriquez y en su Carnaval.