Por Gilda Matos



En todos los tiempos el teatro nos hace más humanos, en él encontramos el espejo y la consciencia del ser reflejado en la existencia del alma de los personajes que interactúan en la escena para dinamizar sentimientos, emociones y razones del devenir de nuestros pasos por la vida.

 

Hoy Anthony Casado el director del espectáculo, nos entrega la pieza dramática “La Peste Rosa” de la autoría de Nelson Fernández que recoge episodios de una trama narrada por los personajes protagonistas de la historia. El espectáculo escénico es un teatro testimonial que desafía una amenaza latente en la vida de hombres y mujeres que en   buscan amor y placer encuentran el dolor y sufrimiento.

La obra se presenta en el Portal Cultural situado en un solariego callejón de la Zona Colonial, que, sin la necesidad de un tabloncillo, grande escenografía y Luces brillantes; acontece una atmosfera adyacente cuando irrumpen en ella los personajes de Rosa y Miguel, cargados de gran energía actoral a ritmo de mente- cuerpo -voz para comunicarnos sus travesías por la enfermedad.


Esta pieza conecta con una de las funciones más importante del arte teatral, la de cumplir un rol  social al tocar la temática de la discriminación por enfermedad y condición de género, misión enarbolada desde Aristóteles, Bertolt Brecht   hasta  Augusto Boal investigador en la década de los 80 creó el “Teatro del Oprimido” con la filosofía de devolver el poder del teatro como herramienta de transformación social, y hoy más que nunca es  muy necesaria, la instauración de consciencia social y humana, frente a una    sociedad enferma de prejuicios y desigualdades, como la que vivimos en la actualidad.

Además del significado temático de la obra, la puesta en escena realizada por el director Anthony Casado es creativa y dinámica, logrando introducir al público a una historia humana y conmovedora que cobra vida en la caracterización de  Hellen Álvarez, quien le imprime pasión y verdad  a su actuación, mientras que  el actor José Ramírez, despliega sus capacidades vocales  y corporales en la ejecución del personaje en la escena, un espectáculo sencillo con intensidad, ritmo y sobre todo un gran significado humano.

 

Con este espectáculo se comprueba el valor y utilidad del teatro en el ser humano, la historia conmueve por el infortunio de los personajes, pero también hace pensar en los acontecimientos de riesgo de los protagonistas ubicados en el inicio de la enfermedad donde se le llamó la “Peste Rosa” amparado en el prejuicio y discriminación, aludiendo solo a las personas homosexuales, como  si fuesen los únicos castigados por padecimiento, si algo inquieta  en la representación es que se sitúa solo en el momento  que el virus solo atacaba a los gays , una condición rosa del estado letal del mismo, con transcurso  del tiempo  ya se ha demostrado que este virus  vino a destruir la vida sin diferenciar género,  hombre o mujer, ataca al ser humano sin segregación.



 Un valor a resaltar en esta pieza es la capacidad de empatía y solidaridad del personaje de Rosa, la que da lecciones de amor y humanidad. Esta obra   contribuye a aumentar la sensibilidad, comprensión, prevención y creando cultura de la no discriminación frente al VHI Y SIDA.

 

La pieza dramática debería difundirse por todo el país, en momentos donde los más jóvenes que no vivieron en la crisis de los 80 en torno a la enfermedad, y quizás por ello, exhiben conductas de riesgos y en consecuencia en el año 2025 tenemos una población de 80 mil afectados, en su mayoría pertenecientes a las nuevas generaciones.

                                                              


Para Anthony Casado,  un nuevo director apasionado por el teatro como vehículo de trasformación humana, muestra como la difusión de esta obra se contribuye a desarrollar conciencia por la vida a través del arte dramático. ¡Adelante!

 

 

 

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