LA OBRA DRAMÁTICA DE FRANKLIN DOMÍNGUEZ, ENTRE LO UNIVERSAL Y NACIONAL

Por Gilda Matos 


 FRANKLIN DOMÍNGUEZ,dramaturgo dominicano, latinoamericano y del mundo. Sus obras tienen la grandeza de reunir rasgos de identidad y universalidad a la vez. En ellas se encuentran personajes, temas del teatro clásico comprensibles a la realidad cotidiana del entorno caribeño y latinoamericano, llenando de risas, razones y sentimientos al público teatral de las últimas cuatro décadas.

 Su sendero dramático lo inicia con valentía desafiante y sueños de libertad, desde muy joven, a los 23 años durante el régimen trujillista, tiempo difícil en que paso a paso abre una carrera exitosa que hoy enorgullece a toda la nación dominicana. Su identidad con los mejores valores de la nación se irradió en toda su escritura: los mártires, héroes y quienes les adversan, forman partes de los personajes que caracterizan muchas de sus piezas, las cuales en el transcurso del tiempo se han convertido en testimonios históricos de las luchas y conflictos de los primeros siglos y épocas relevantes de la nación, después de la fundación de la República.


 Lo dominicano se convierte en esencia para el argumento de sus obras y los rasgos psicológicos de sus personajes revelan la idiosincrasia y el pensamiento de los habitantes de la Isla La Española, aspectos que forman parte de todas sus creaciones, tal como se refleja en “Se Busca un Hombre Honesto”, pieza teatral que ha conservando vigencia durante más de cuarenta años desde su estreno, donde los personajes reciben por nombre Todo Para Mi, Todo para Nadie y Todo por la Fuerza. 


El autor conoce más que nadie nuestra peculiar manera de hacer política y ver el mundo y por ello satiriza los personajes, prototipos del ámbito socio- político. 


 En su humor, se revelan y focalizan como rayo de luz los males de una sociedad que precisa evolucionar hacia un mejor desarrollo ético y moral.


 El carácter universal de sus obras es una de sus más notables virtudes, en las que se destaca el extraordinario dominio de las unidades aristotélicas heredadas del teatro clásico (acción, tiempo y espacio). No obstante, cuando se requiere, el autor las transgrede de forma innovadora en muchas de sus piezas, como en el caso del monologo “El Último Instante” donde da un manejo inusitado a estas unidades. 


Noemí, el personaje central de la obra, recorre la acción dramática de modo análogo en el pensamiento, motivo por el cual, en la representación es posible mezclar el tiempo y el espacio de forma ingeniosa. No es casual el hecho de que este monólogo haya sido traducido a más de cinco idiomas y montado en varios continentes, quizás debido a este atributo. 


 En su tránsito de medio siglo por la escena teatral, Domínguez ha desarrollado una vasta experiencia, no sólo como dramaturgo, sino también como actor, productor y director, que lo hace conocedor de las intríngulis del teatro, condición que se ve reflejada en sus textos a través de su gusto por la riqueza de acotaciones, aspecto orientado a facilitar el trabajo de las puesta en escena de sus obras. 




 Las fibras sensibles y testimoniales de su vida en el arte teatral lo llevan a plasmar en sus dramaturgias las vicisitudes y trampas del destino de los actores y actrices del teatro.   


 En “Los Borrachos”, cuenta el infortunio de muchos de los protagonistas de la escena y la soledad que los acecha, como puede apreciarse en el personaje de Débora, quien vive en aislamiento y frustración, anhelando el éxito que nunca tuvo. 


 Su trayectoria está marcada por la adopción de diversas líneas temáticas, como las políticas, históricas, sociales, familiares, patrias, costumbristas, folklóricas y de género lo que le ha dado riqueza y pluralidad a sus producciones dramáticas que se cuantifican aproximadamente en una centena de obras. La misma variedad se expresa en cuestiones de estilos y géneros, siendo un excelente cultor del drama, la tragedia, la comedia, la sátira, tragicomedia, farsa, ópera y teatro musical.


 Franklin Domínguez es un verdadero comunicador, un autor que de manera sencilla comunica ideas profundas, residiendo precisamente en esta facultad la grandeza de su obra, tal y como él mismo lo expresa: “Un teatro que no comunique algo, es un teatro vacío, un teatro llamado al olvido desde el momento mismo en que se cierran las cortinas o baja el telón”. Para el autor, la acción dialógica es fundamental en el texto y el espectáculo teatral.


 El sentido de universalidad en el teatro de Domínguez lo expresa en la visión que posee de la dramaturgia “el lenguaje debe ser, además de creíble, bien claro, natural, espontáneo, con un gran sentido de universalidad, para que todos, sin importar idiomas ni fronteras, lo disfrutemos igualmente como propio”.


 El autor dominicano muestra al mundo nuestras historias, pensamientos e ideas con un alcance cosmopolita en el estilo, lenguaje, personajes y estructura dramática, que le hace merecedor del grado y estatura de universalidad frente al mundo.

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